En esta publicación vamos a adentrarnos en el mundo de la nutrición y tratar de comprender por qué la leche de origen animal no es bien digerida por el cuerpo humano.
En primer lugar debemos observar que somos el único animal que consume leche de otro animal de manera sistemática y regular, más allá de la lactancia, por lo tanto, aplicando el sentido común, es razonable pensar que en su interior haya sustancias que nos sean ajenas y que generan el rechazo de nuestro tracto digestivo. Sencillamente, la leche de un animal está específicamente diseñada para ser consumida por las crías de ese animal en concreto, por eso los humanos no estamos genéticamente adaptados a ella.
Uno de las sustancias que tiene la leche y que provoca más intolerancias es la lactosa, pero no solo la lactosa nos puede producir una mala absorción intestinal, hay otras muchas sustancias, como la caseína, proteína muy abundante en la leche y muy difícil de digerir, que acaba generando diversos problemas intestinales como la alteración de la permeabilidad intestinal.
Dentro de los perjuicios de la leche animal el que más nos debe interesar desde nuestra visión fisioterapéutica es su efecto facilitador de la inflamación. La presencia de ciertos tipos de ácidos grasos en la leche animal se ha demostrado que están relacionados metabólicamente con la respuesta inmune e inflamatoria de nuestro cuerpo.
La leche animal consumida de manera regular, facilita y predispone ciertos tipos de procesos inflamatorios de manera excesiva. Esto favorecerá que cualquier tipo de lesión que no debiera revestir mayor gravedad se convierta en un problema que nos sea más difícil de solucionar.
Sin embargo, no es necesario dejar de consumir leche, pero hay opciones mejores, como pueden ser las bebidas de avena, soja o almendra.
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